lunes, 12 de abril de 2010

Una ballena y un leopardo marino

Escuché un par de historias increíbles en la radio. Es un programa de la Radio Pública que se llama Radiolab. Esta vez se trataba de la mente de los animales. Si lo pueden escuchar en inglés se los recomiendo encarecidamente. Es hermoso. Al final pongo un link.

Esta es la traducción:

Es una historia que ocurre en San Francisco, a 18 millas del Golden Gate, en pleno mar abierto. Mike tiene un bote que se llama Super Fish y una mañana de diciembre, como a las 8am, recibe una llamada. Un pescador le cuenta que hay una ballena atrapada en las cuerdas de trampas para cangrejo y, al parecer, no se podía mover. En cuanto cuelga, Mike llama inmediatamente a un par de amigos buzos para organizar un rescate. Tim Young, un rescatista de la Fuerza Aérea y a James Mosquito, un buzo profesional, quien va acompañado de su pareja, Holy Dryard (creo que se escribe así). Les relata la historia del pescador y les pide que lo acompañen a ayudar a esta ballena. Ambos le dicen que sí sin pensarlo dos veces. Agarran su equipo, cruzan el Golden Gate y se lanzan al mar. Estuvieron buscándola por dos horas, pensando que no la encontrarían. De pronto, uno de los buzos ve boyas de trampas de cangrejo y unas gaviotas sobrevolándolas. Al acercarse, Holy ve la ballena. Se asomaba sólo unos 10cm. Era una delgada superficie negra. Tim y James se acercan en un bote inflable a ver cuál era la situación. Reman hasta quedar a un par de metros de la ballena, pero cada vez que se acercaban ella se movía y alejaba el bote. Además la visibilidad del agua era pésima, por lo que no podían ver nada desde la superficie. Con una sola mirada, los buzos deciden lanzarse al agua. Empiezan a nadar, buscando a la ballena. Se sumergen por metros y metros y se dan cuenta de la magnitud de este animal. Era una ballena jorobada hembra de 16-17 metros de largo y de unas 40 toneladas, uno de los seres más grandes que hay. Los buzos se dan cuenta que está en una posición totalmente vertical, con la punta de la cabeza asomada y la cola dirigiéndose hacia el fondo del océano. Era como si la estuvieran tirando hacia abajo.

La ballena estaba enredada en las cuerdas de unas 20 trampas de cangrejo que se habían transformado en un ancla de al menos 900kg. Estaba luchando para poder respirar. Los buzos oían el esfuerzo de la ballena en su respiración. Las cuerdas estaban por todas partes. En su boca. En su cabeza. En sus ojos. En su espalda. En sus aletas. En su cola. Pensaban que no había forma de liberarla. Era una ballena muerta. De todos modos, había que intentarlo. James se acerca a la ballena, pero ella no quiere tenerlo cerca. Sacude su aleta pectoral, que mide unos 5 metros de largo y unos 2 de ancho. Era como si el ala de un avión quisiera alejarte. Los buzos deciden retroceder y esperar a que se calme. Como estaba físicamente agotada, no se demoró mucho en tranquilizarse. Entonces los buzos vuelven. James se va a la cola y Tim a la cabeza. Con una navaja de 15cm Tim empieza a cortar las cuerdas cerca de su ojo. Y su ojo se movía. Si Tim iba hacia la derecha, el ojo iba hacia la derecha. Si iba hacia la izquierda, el ojo iba hacia la izquierda. Observándolo. Vigilándolo. Mientras tanto, van cortando las cuerdas. Estaban tirantes, difíciles de sacar. Cortaban, quedaban sueltas y de pronto se enganchaban de nuevo y volvían a quedar tirantes. Se demoraron horas. Finalmente queda sólo una cuerda, enrollada en su cola, que mantenía a la ballena anclada a todas esas trampas. La única forma de cortarla era enterrar la navaja en la piel de la ballena. La entierra, corta la cuerda y los 900kg se hunden en el océano con el ruido del chicotazo de la cuerda al soltarse. Y en un instante la ballena desapareció.

Los dos buzos dan vueltas, buscándola. Suben a la superficie y se dan cuenta que lo lograron. La liberaron. Todos se ponen a festejar, dando gritos de victoria. Tim, James y el resto del grupo que estaba en el agua. Y aquí es cuando sucede lo impensable. De pronto, James mira hacia abajo y ve la ballena de 40 toneladas dirigiéndose hacia él. Piensa "¡Dios mío, dente! ¡Acabo de salvarte!". La ve subir con la mandíbula en su dirección. "Esto va a doler". A centímetros de su pecho la ballena se detiene y se pone a empujarlo con cuidado hacia atrás. Lo hizo una vez. Otra vez. Otra vez. Luego sacó su cabeza lo suficiente como para que su ojo se pudiera asomar y lo miró directamente a él por al menos 30 segundos. Simplemente lo miró. "Su pupila no se movía, no estaba buscando nada, simplemente me miraba. Estás en la presencia de algo así de magnífico. Te hace sentir pequeño". Completamente descolocado, James la ve dirigirse hacia otra persona y hacer lo mismo. Tim cuenta que estaba a medio metro de su ojo, mientras lo miraba y se dejaba tocar. Se lo hizo a todas las personas que estaban ahí, incluso a los botes. Se acercó, los miró un momento y se dirigió a la siguiente persona. Estaba atardeciendo y los buzos tenían que irse. Fueron ellos los que tuvieron que dejarla porque ella no se quería ir.

¿Qué estaba haciendo la ballena? ¿Qué estaba diciendo? Algunos dirán que obviamente les estaba agradeciendo, que es lo que ellos sintieron. Otros dirán que los animales no sienten gratitud como la sentimos nosotros. A mi me parece que esto va mas allá de intentar encasillar una emoción, definirla y ver si es exactamente eso lo que ocurrió aquí. No me cabe la menor duda de que la ballena quiso expresarse. Marcarlos de algún modo. Hacerles saber que los estaba reconociendo. ¿Agradeciendo? No lo se. Pero hizo algo especial. Algo que no hubiera hecho en otra situación. Aquí hubo intención. Eso es prueba suficiente de que hay más que mero instinto y comportamientos programados. Hay inteligencia. Hay emoción.

Y esta es la otra historia:

Paul Nicklen es un fotógrafo que trabaja para National Geografic. Es su "artic guy", o hombre del Ártico. Es su especialista en vida polar. Esta historia es sobre su intento de fotografiar uno de los más grandes depredadores polares: la foca leopardo, cuya reputación es de una criatura muy peligrosa. En 2003 una científica que estaba estudiando estos mares congelados encontró su muerte en la mandíbula de una foca leopardo. La agarró, la hundió, la ahogó. Con esta historia en mente, Paul se dirige a la Antártica con su guía Godan. Están en el bote, buscando focas. Ven una cerca de una colonia de pingüinos, en una pequeña bahía. Godan, quien ya había visto muchas focas leopardo antes, le dice "¡Dios, esa es la foca más grande que he visto!". Se acercó al bote con un pingüino en la boca. Nadó por debajo, de un lado a otro, zarandeando su pingüino. "Paul, es hora de que entres al agua", dice Godan. Paul tiritaba de los nervios, no del frío. Tenía la boca seca. Se pone su máscara, se sumerge en el agua de -2°C y ahí estaba la foca. Gigante. De al menos 450kg y de unos 4 metros de largo. Soltó su pingüino, fue directamente hacia Paul y abrió su boca. Agarró la cámara y su cabeza. Sus colmillos tocándole la pera. Estaba mirando la garganta del animal. Foto. Foto. Foto. Imágenes tan de cerca que ves la textura de su lengua, el tamaño de sus colmillos, el largo de sus bigotes. Entonces se aleja y lo mira. Huele sus aletas, las toca con su nariz, lo empuja. Vuelve a subir y le muestra de nuevo sus colmillos. Y se va. Cuando Paul estaba listo para volver al bote, después de haber estado un rato en el agua y con frío, la foca vuelve. Viene con un pingüino recién atrapado en la boca. Se detiene a unos 3 metros de él. Tiene al pingüino sujeto por las patas, aleteando intentando escapar. Se posiciona justo delante de Paul y lo suelta. El pingüino pasa nadando a su lado y ella lo persigue y lo vuelve a atrapar. Se posiciona de nuevo y lo suelta. Y todo se repite. Una y otra vez. Paul no tenía idea de qué estaba pasando. Al principio pensó que le estaba costando comérselo. Entonces Godan le dice que estaba intentando alimentarlo. Paul estaba tan descolocado que no atinó a nada más que sacar fotos. Era imposible atrapar al pingüino cuando ella lo soltaba. Era demasiado rápido. Y tampoco podía explicarle que él no comía pingüinos. Foto. Foto. Foto. Entonces ella deja ir al pingüino. "Me miró con una cara de desprecio...", cuenta Paul. Se aleja y vuelve con otro pingüino. Este se ve cansado, abatido. Ella lo había agotado. Retoma su intento de alimentarlo y toda la historia se repite. Ella se lo entrega una y otra vez y él no lo atrapa nunca.

En su encuentro siguiente le trae pingüinos muertos. A veces los deja sobre la cámara y se queda esperando a que él se los coma. Lo mira desalentada. Entonces cambia de táctica y empieza a voltearlos sobre su cabeza. Trata de alimentarlo a la fuerza. "¡Ya cómetelos de una vez! ¿Por qué no quieres comerte mis pingüinos? ¡Cómetelos!". Ahora empieza a comerse ella los pingüinos, mostrándole como se hace. Los desmiembra en la superficie, les saca la piel, los destroza delate de él. Esto ocurre a lo largo de cuatro días, durante los cuales Paul empieza a enamorarse de esta foca. "Este animal que es tan inteligente, tan poderoso que podría matarte en un instante, y uno está ahí... Era hermosa, enorme. Tenía un rostro bello, su piel plateada que la hacía brillar bajo el agua". Paul dice que estaba tan enamorado de ella que dormía mal, que no podía comer, que no aguantaba las ganas de verla. Al primer rayo de sol ya estaba en el bote. Al cuarto día piensa que tal vez ella ya se ha aburrido de él, de este depredador incompetente, y decide ir a presentarse a otras focas. Él está bajo el agua y ella se acerca. Se mueve como si estuviera bailando ballet. Foto. Foto. Foto. De pronto, suelta su pingüino, se pone cabeza abajo y canta. Un sonido gutural, tan fuerte que Paul siente las vibraciones en el pecho. GA GA GA GA. "¿Me está atacando? ¿Finalmente me está echando, cansada de mi?". Pero en cuanto ella hace eso, otra foca aparece desde atrás de Paul. Se había aproximado a hurtadillas, a sus espaldas. Ella había hecho el ruido para ahuyentar a esta otra foca. La persigue, le roba su pingüino (también tenía un pingüino) y se lo lleva a Paul. Él dice que se sentía como cuando eres niño y sabes que tu madre te protegerá contra todo.

Paul no sabe cómo explicar esto. A mi me parece que es la situación opuesta a lo que nos suele ocurrir a los humanos. ¿No somos nosotros los que observamos la fauna?. Les ofrecemos comida de la mano. Queremos cuidarlos si algo les pasa. Queremos formar un lazo con ellos. Una foca curiosa que quiere conocer a esta otra especie.

Bueno, acá les dejo el link para que lo escuchen en inglés: http://www.wnyc.org/shows/radiolab. Tienen que clicar donde dice "Animal Minds", en la columna de la derecha. También pueden ver las fotos de Paul en http://www.paulnicklen.com/leopard-seals.html.

4 comentarios:

  1. pauli, alcancé a leer sólo la historia de la ballena.... increible! que jevy debe haber sido la sensación de los buzos... un ojode ballena que es como de tu mismo porte y que te mira!

    buena!

    mañana vuelvo y leo el otro, un besote!

    ResponderEliminar
  2. increible las dos historias! me acordó de cuando estaba buceando con los lobos de mar en Argentina y una loba me trajo desde el fondo una waletta que había caido de uno de los buzos.
    muy linda!
    besos, kata

    ResponderEliminar
  3. ¿cómo? ¿ella solita fue a buscar la waletta y te la trajo? ¡me muero!

    ResponderEliminar
  4. Hija, que conmovedor el relato de la Ballena, me emocionó leerlo. Cómo será la mirada de esa Ballena, una mirada sin todos nuestros conceptos y condicionamientos, una mirada vacía? Como la mirada de los animales, que al mirarlos me parece como que sólo miraran, sin decir nada. Una mirada sin palabras y un agradecimiento que esa ballena si es capaz de realizar. Muy bella la historia.
    Sobre la foca, que increíble porque el buzo se prendó de esta foca, la esperaba y amaba. Curiosa la historia.
    Me gusto tu idea de que ellas(los animalers) también nos observan y se afeccionan a nosotros como nosotros a ellos. Aunque sin todos nuestros conceptos y preconceptos. creo que los animales son más libres en un sentido que nosotros, aun cuando estan más determinados por sus instintos que nosotros.

    El maravilloso mundo animal.

    Ahora tal vez le cambies el nombre a tu blog, entonces comenzamos otra etapa de tu viaje y será un gusto seguir acompañándote en tus correrías, ya sea atrás de ardillas o quien sabe de que. Ahí estaremos, atrás de ti y tu atrás de...
    muchos besos
    martín

    ResponderEliminar