domingo, 9 de mayo de 2010

9 de mayo - De vuelta a Chocorua - 2ª Parte

Pues bien, como les contaba...

Después de dicha estupenda mañana me invadió una profunda pena porque me tenía que ir... Como a las 12:30 llegaron Anita y Di. Me contaron que se había roto una cañería del sistema de agua potable de Lexington, así que tenían que hervir agua todo el rato para poder cocinar y beber. ¿Te quieres quedar hasta el viernes y te devuelves en el bus? ¡Por supuesto! Las ayudé a cargar los autos, llenar botellas con agua, nos despedimos y me fui feliz de la vida a pasar la tarde con Baba.

Como a las 9:30pm me fui a la casa a esperar al oso. Puse otra mandarina en el comedero, la lamparita en la ventana y me instalé a vigilar la terraza. Esperé. La noche era tranquila, sin nada de viento. Se escuchaban los sapos cantando en la oscuridad. Escuché ramitas que se quebraban y supe que el oso estaba cerca. Yo estaba hipnotizada, intentando ver más allá de donde caía la luz de la lamparita. Y en esa quietud, silencioso como un gato, llegó nuestro ladrón. Veo un animal grande y peludo subirse en la varanda y acercar con su pata el comedero a su nariz. Estaba enmascarado y su cola era listrada. No era un oso, era un mapache. Era tan silencioso que más parecía un fantasma. Como si Rackity Racoon, liberado de su prisión embalsamada, hubiese vuelto a sus andanzas mapachianas. Olfateó el comedero, algo incómodo con el ruido de las campanas, se dio cuenta que estaba vacío, encontró la mandarina pero no le interesó y tan misterioso como llegó, se fue bajando por el tronco del árbol sin hacer el menor ruido. Bello.

Al día siguiente decidí dejarle unas cuantas semillas de girasol al mapache, pues quería ver como sacaba el comedero. Baba, quien sacó su comedero porque dos veces lo encontró en el piso y le dio susto que fuera un oso, me regaló un poco de semillas de girasol y así contribuir en mi experimento. En la mañana intenté darle almendras a Chipi de la misma forma en que le había dado los gajos de mandarina, pero no me resultó mucho, y en la tarde me fui de nuevo donde Baba. Llegó la noche y me fui a la casa a preparar el comedero para nuestro ladrón. Todo listo: comedero, lamparita y yo. Entonces como a las doce me despierto con el ruido de las campanas y ahí estaba el mapache en la varanda intentando comerse las semillas. Primero se estiró lo más que pudo, parado en la punta de los pies, con una mano sujetando el comedero y con otra agarrándose del tronco para no caerse. Intentaba sacar las semillas con la lengua a través de los pequeños hoyitos hechos para los delgados picos de los pájaros. Entonces soltó el comedero, lo volvió a agarrar con las dos manos, mientras se apoyaba en la varanda con una pata y con la otra se sujetaba al árbol. Sacó unas cuantas semillas más y lo volvió a soltar. Esta vez se encaramó en el tronco y trató de ponerse en mejor posición, pero inmediatamente supo que esto no funcionaría. Volvió a agarrarlo con las dos manos y a equilibrarse con las patas y así estuvo por horas, probando todo tipo de posiciones, hasta que logró comerse todas las semillas. Yo me quedé dormida a la media hora de este dedicado intento por lograr comerse hasta la última semilla, pero me desperté varias veces a lo largo de la noche con el ruido de las campanas.

Así que como ven, a esta altura yo ya estaba bastante cansada con tantas noches mal dormidas. Al día siguiente intenté darle almendras a Chipi, sin éxito, y en la tarde acompañé a Baba a comprar plantas para su jardín. De vuelta en su casa, estaba yo subiendo unos cajones para poner las plantas y y escucho al Pileated Woodpecker. Salí a buscarlo, pero sin la intención de entrar en el bosque y llenarme de garrapatas. Y ahí estaba, parado en un árbol cantando a todo pulmón. ¿Significará esto que tiene un nido en la casa de Baba? Esperemos que sí.

Esa noche no le puse el comedero al mapache. Quería dormir plácidamente sin interrupciones. ¡Qué agrado! El día siguiente lo pasé entero en la casa. Me eché al sol en la terraza esperando a que llegaran mis queridos roedores y así verlos bien de cerca. Vinieron los Chipmunks, vino Chipi y dos parejas de Goldfinches. Más hacia la tarde, me instalé en la terraza a leer mi libro y de la nada escucho el ya muy familiar PRIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII. Yo pensé ¿por qué me está gritando Chipi? No he hecho nada. Entonces miro en dirección al grito y veo dos ardillitas un poco más chicas que Chipi corriendo en la base de un árbol y a Chipi jugando con ellas. ¡Eran sus niños! Todavía no puedo creer que conocí a sus hijos/as. Ay Chipi...

Y esto es lo último que tenía para contarles. Al día siguiente me fui de vuelta a Lexington.

1 comentario:

  1. Pauli, conociste a tus nietas!!! k amorrr!! Chipi y sus guaguitas, cosa mas linda...
    Mi niña, mañana estare todo el rato pensando en ti y mandandole muuucha energia pa que le den por fin su green card!! No tengo pacientes mañana asi que me estare conectada todo el dia pa que me llame despues de la entrevista...Suerte!!
    Amor y luz
    Ma.

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